SOBRE LA NUTRICIÓN EN EL ANCIANO
En la atención de la salud de las personas de la tercera edad se deben contemplar objetivos precisos como son mantener al adulto mayor sano, funcional, posponiendo el deterioro físico y cognoscitivo, así como el desarrollo de enfermedades crónicas, o bien mantener un control óptimo de dichas enfermedades.
Uno de los aspectos a evaluar es el estado de la nutrición. La prevalencia de malnutrición en adultos mayores es de 4 a 10% en los que viven en su domicilio, de 15 a 38% los que se encuentran en casas de reposo y de 30 a 70% en los hospitalizados.
La malnutrición se refiere al estado en el cual existen carencias, excesos o desequilibrios en la ingestión de energía, proteínas y otro nutrientes que ocasionan alteraciones clínicas. La desnutrición se presenta cuando la ingestión de alimentos de manera continuada es insuficiente para satisfacer las necesidades orgánicas de energía, puede deberse a problemas de absorción o por uso biológico deficiente de los nutrientes que se consumen. La sobrealimentación implica un estado crónico en el cual la ingestión de alimentos es superior a las necesidades de energía alimentaria, generando sobrepeso u obesidad.
El estado de malnutrición en el adulto mayor es sub-diagnosticado, sin embargo han de tenerse en cuenta otros problemas asociados a esta edad como trastornos de la masticación, alteraciones endócrinas, gastrointestinales, disminución en el sentido del olfato y sabor, disminución del apetito, administración de medicamentos, inmovilidad, aislamiento social, enfermedades crónicas o neoplásicas, alteraciones neuro-psiquiátricas como demencia y depresión, que son relevantes para establecer diagnóstico y tratamiento.
¿Cuáles son las consecuencias de la malnutrición? Puede ocurrir disminución de masa magra alterando el funcionamiento muscular, deterioro del estado funcional, reducción de masa ósea, disfunción del sistema inmune, anemia, deterioro cognoscitivo, retraso procesos de cicatrización, aumenta el riesgo de hospitalización, entre otros.
Ante estos hechos, hemos de enfatizar la necesidad de una evaluación del estado nutricio del adulto mayor, midiendo las variables nutricionales de tipo clínico, antropométrico, bioquímico y dietético. Afortunadamente es una evaluación que bien puede realizarse en consulta externa, hospitalización, terapia intensiva, valoración preoperatoria, con lo cual es posible establecer un plan de manejo nutricional. Son datos que se añaden a la evaluación geriátrica integral que abarca los aspectos fisiológicos, psicológicos, sociales, familiares y económicos; apoyados por un equipo interdisciplinario.
El estado funcional es un aspecto determinante en la posibilidad del acceso a los alimentos. Por ejemplo, personas con osteoartrosis de cadera o rodillas, en quienes la capacidad de deambular se encuentra limitada, requieren una adecuada rehabilitación para mejorar el estado funcional y ha de ser prioridad para evitar un mayor deterioro. Otros aspectos no menos importantes son el nivel socioeconómico y la red de apoyo social con que cuenta el individuo, puesto que puede prevalecer la soledad y falta de estímulos.
Definitivamente, la complejidad de problemas que aquejan al adulto mayor hace necesaria la intervención de un equipo que atienda todas las demandas de enfermedad que se van presentando inevitablemente con el paso de los años.
REFERENCIA
Guía de Práctica Clínica (2014). Evaluación y Seguimiento Nutricional del Adulto Mayor en el Primer Nivel de Atención. Recuperado de: http://www.cenetec.salud.gob.mx/descargas/gpc/CatalogoMaestro/095_GPC_Evaycontrolnutic_eneladultomayor/NUTRICION_AM_EVR_CENETEC.pdf
Gutiérrez, L., & Llaca, C. (2004). Nutrición del anciano. En Casanueva, E. y cols. (Eds.), Nutriología Médica (151-174). México: Editorial Médica Panamericana.